Amanece a todas horas.
Hundimos el frío en arena y desnudos, transformados en playa ardiente, las espesas nieblas invernales se levantan.
Se derraman, galopamos y amanece.
Amanece a todas horas.
A Xaloc le gusta lanzarse de un salto sobre las olas, sus
movimientos en el agua son delicados y firmes, bracea hasta el horizonte y
regresa acompañado por blancos océanos de
espuma que llegan de su hocico con niebla huidiza. Su avance es lento y
preciso. Xaloc domina el arte de la hidrografía, sabe leer el mar y el cielo,
conoce los cuatro puntos cardinales, y cuando por fin asoma a tierra firme, mojado
y dichoso, nos impregna de las salpicaduras cristalinas de nuestro Mediterráneo.
Solid es mas de
tierra firme, necesita estímulos para inundarse, si no hay que ir al rescate de
la pelota se niega a remojarse. Aunque
una vez dentro se transforma en barco y se
desliza con buen arte y en línea recta hasta que alcanza el objetivo, luego, gira en redondo y en la boca muestra,
orgulloso, su trofeo. Regresa a la costa con prisas, quiere salir de
este caldo viscoso que se pega a sus crines, se sacude escupiendo el sabor
amargo del salitre y suspira aliviado. ¡En
la arena no hay peligro!.
La juventud en nuestra tumultuosa Tecla, ella puede con todo, aunque le intimida el oleaje por leve que este sea, estas ráfagas que empujen con violencia ,esos vaivenes no van con ella. Charcos, lagos, ríos y acequias la conocen de sobra. Pero este azul tembloroso y movedizo como un trapo al viento, estas gotas celestes y sonoras que en un segundo se duplican, crecen, se hunden y desaparecen, cuesta entenderlas. Tecla camina por el rompiente, se moja las patas, huele hacia lo profundo, estornuda y vuelve sobre la arena. Cuando hay mucha calma Tecla nada con un estilo tan peculiar como sus rizos. La cola en alto como un timón inmóvil, el lomo al aire, con sus cinco sentidos en alerta. Sale del agua para estamparse en el suelo, se revuelca, retoza y baila en cada grano de arena, hasta sentirse lo suficiente seca.
La juventud en nuestra tumultuosa Tecla, ella puede con todo, aunque le intimida el oleaje por leve que este sea, estas ráfagas que empujen con violencia ,esos vaivenes no van con ella. Charcos, lagos, ríos y acequias la conocen de sobra. Pero este azul tembloroso y movedizo como un trapo al viento, estas gotas celestes y sonoras que en un segundo se duplican, crecen, se hunden y desaparecen, cuesta entenderlas. Tecla camina por el rompiente, se moja las patas, huele hacia lo profundo, estornuda y vuelve sobre la arena. Cuando hay mucha calma Tecla nada con un estilo tan peculiar como sus rizos. La cola en alto como un timón inmóvil, el lomo al aire, con sus cinco sentidos en alerta. Sale del agua para estamparse en el suelo, se revuelca, retoza y baila en cada grano de arena, hasta sentirse lo suficiente seca.