Es pequeño de talla, menudo como un trébol o una flor sin nombre. Fragante como esas exquisitas hojas silvestres que nacen en los bosques. Dulce y desprendido, no vacila en esparcirse por mi falda. Asciende por mis rodillas hasta estirarse como una ola marina y acrecentar su imagen suave y bailarina.Esta lleno de dicha, ronronea alegremente e invade la casa, las habitaciones, el patio, la cocina, todos los rincones del tiempo, con su andar de leopardo, su galope de orquesta, de ventisca, de crujiente mediodía.Cuando abro la puerta, cansada de noches y tinieblas encendidas, Tarot cruza como una ráfaga imposible, baja las escaleras cantando para llegar a mis piernas y me reciben sus colores de arena difusa, viento largo y nácar deslumbrante y allí desde sus ojos celestes leo la belleza de las diminutas gotas de rocío, de los días sin páginas, de la lluvia caída, de lo sueños mudos..... de la vida.
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