Desparramando su obstinada mirada azul sobre mis ojos comenzó nuestra aventura de descubrirnos poco a poco, de integrarnos, de reconocer nuestras pisadas, de reunirnos en las tardes y en las noches llanas para ocupar la casa de alegres ronroneos, maullidos, deliciosa música sin notas ni partituras.
Llegaron así, como rodados, estaría escrito en algún ancestral destino….por eso sus nombres tienen un deje a cábala, a esotérico, a misterio.
Son de los pocos afortunados que no pasaron por ninguna tragedia antes de acostarse en mi regazo. Pasaron de mama gata a mama humana, íntegros, erguidos, sin malestar ni dolor añadido a la separación inicial de su buena madre, de sus dos hermanos y de su primera casa, en la que iniciaron su andadura por la vida.
¡Oh, siempre lo mismo!, parece cosa de locos, pero no pensaba en tener mas huéspedes. Son hermosos los animales, ocupan esos espacios incómodos en que la soledad se asienta, te hacen sentir útil y necesaria y mejor aún te hacen sentir viva. Pero hay en casa suficientes animales para todo esto. Mis dos gatitos son una delicia, Nabat se hace querer por pesado y cariñoso, Bimba por tímida y dulzona. ¿Para que mas gatos?. Estaba escrito en alguna estrella no muy lejana, porque aun me admira como llegaron. Una conocida, de esas personas que encuentras a menudo por el vecindario y que no sabes ni de que la saludas, ni cuanto tiempo hace que la tratas, una vecina del barrio sin ir mas lejos, me paró un día para complacer mis oídos alabando la gracias y belleza de mis perros y seguimos charlando hasta entrar en el terreno de los gatos
–Ah, ¿y se llevan bien?
–¡pues claro!
En resumidas cuentas, estaba deseando hacerse con un minino y además quería que fuera siamés porque bla, bla, bla. Seguí mi paseo y asunto archivado. Ya regresábamos cuando volví al coincidir con ella en la puerta de mi casa, en la ventana que da a la calle estaba Nabat, esperandonos, y aquella buena señora se me emociona, empieza a piropearle y Nabat a contestarle y yo reía feliz de todo aquello y al despedirnos, me mira fijamente y me pide que le busque un gato, cualquier gato, ya no le importa la raza.
Pues si, así fue como entre en Internet, puse un anuncio, viajé por todas las páginas de gatos y recibí tantas respuestas que me abrumaron. ¡Dios mio, cuantos gatos buscando un hogar agradable! ¿cuantos de ellos se quedaran en la calle?. Uno de los e-mails era de un señor de Badalona, muy cerca de casa, me dió su teléfono y me mandó fotos de cuatro retoños preciosos, hijos de su gatita siamesa y algún galán callejero y atrevido que supo saltarse la vigilancia. Contesté su mail, por curiosidad y por el encargo de la vecina. Pocos días después, quizá no llegaron a cinco, sonó el teléfono y me citó en la calle más céntrica de mi barrio.
–Y lleva el transportín porque te traigo a dos de los gatos.
–No, ni hablar aun no he hablado con la persona que los quiere, y además solo desea un gato, no dos.
–¿Que mas da? Traigo a dos para que elijas el que mas te guste.
Para quitármelo de encima le dije que no tenia transportín
–¿Bien, pues dime donde te los traigo?.
Ups, me pillo tan de improviso que le di el nombre de mi calle y le dije que me esperara entre calles paralelas. Y allí estaban los dos renacuajos, preciosos, dulces, limpios y macizotes con esa obstinada mirada azul….
El resto es fácil, me llevé a los dos gatos a casa para buscarles un hogar decente, aun no he vuelto a encontrarme a la señora del encargo, ni que la encuentre. Ahora ya están instalados, juegan con el resto de los animales, se sienten a gusto y lo más importante, ya les amo.
Llegaron así, como rodados, estaría escrito en algún ancestral destino….por eso sus nombres tienen un deje a cábala, a esotérico, a misterio.
Son de los pocos afortunados que no pasaron por ninguna tragedia antes de acostarse en mi regazo. Pasaron de mama gata a mama humana, íntegros, erguidos, sin malestar ni dolor añadido a la separación inicial de su buena madre, de sus dos hermanos y de su primera casa, en la que iniciaron su andadura por la vida.
¡Oh, siempre lo mismo!, parece cosa de locos, pero no pensaba en tener mas huéspedes. Son hermosos los animales, ocupan esos espacios incómodos en que la soledad se asienta, te hacen sentir útil y necesaria y mejor aún te hacen sentir viva. Pero hay en casa suficientes animales para todo esto. Mis dos gatitos son una delicia, Nabat se hace querer por pesado y cariñoso, Bimba por tímida y dulzona. ¿Para que mas gatos?. Estaba escrito en alguna estrella no muy lejana, porque aun me admira como llegaron. Una conocida, de esas personas que encuentras a menudo por el vecindario y que no sabes ni de que la saludas, ni cuanto tiempo hace que la tratas, una vecina del barrio sin ir mas lejos, me paró un día para complacer mis oídos alabando la gracias y belleza de mis perros y seguimos charlando hasta entrar en el terreno de los gatos
–Ah, ¿y se llevan bien?
–¡pues claro!
En resumidas cuentas, estaba deseando hacerse con un minino y además quería que fuera siamés porque bla, bla, bla. Seguí mi paseo y asunto archivado. Ya regresábamos cuando volví al coincidir con ella en la puerta de mi casa, en la ventana que da a la calle estaba Nabat, esperandonos, y aquella buena señora se me emociona, empieza a piropearle y Nabat a contestarle y yo reía feliz de todo aquello y al despedirnos, me mira fijamente y me pide que le busque un gato, cualquier gato, ya no le importa la raza.
Pues si, así fue como entre en Internet, puse un anuncio, viajé por todas las páginas de gatos y recibí tantas respuestas que me abrumaron. ¡Dios mio, cuantos gatos buscando un hogar agradable! ¿cuantos de ellos se quedaran en la calle?. Uno de los e-mails era de un señor de Badalona, muy cerca de casa, me dió su teléfono y me mandó fotos de cuatro retoños preciosos, hijos de su gatita siamesa y algún galán callejero y atrevido que supo saltarse la vigilancia. Contesté su mail, por curiosidad y por el encargo de la vecina. Pocos días después, quizá no llegaron a cinco, sonó el teléfono y me citó en la calle más céntrica de mi barrio.
–Y lleva el transportín porque te traigo a dos de los gatos.
–No, ni hablar aun no he hablado con la persona que los quiere, y además solo desea un gato, no dos.
–¿Que mas da? Traigo a dos para que elijas el que mas te guste.
Para quitármelo de encima le dije que no tenia transportín
–¿Bien, pues dime donde te los traigo?.
Ups, me pillo tan de improviso que le di el nombre de mi calle y le dije que me esperara entre calles paralelas. Y allí estaban los dos renacuajos, preciosos, dulces, limpios y macizotes con esa obstinada mirada azul….
El resto es fácil, me llevé a los dos gatos a casa para buscarles un hogar decente, aun no he vuelto a encontrarme a la señora del encargo, ni que la encuentre. Ahora ya están instalados, juegan con el resto de los animales, se sienten a gusto y lo más importante, ya les amo.
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