Todavía no podemos acercarnos a las playas, pobladas de rasgos otoñales. Tampoco podemos pasear por los parques, juegan los niños y las madres, padres, hermanas, tías y amistades varias, nos rechazan, tristes guardianes que llaman a sus cachorros y amenazan.
Solo podemos andar por las calles de asfalto, ellos atados, yo renegando de porque tanta ignorancia.
Es en este instante cuando decido alquilar una furgoneta y circular hacia el ombligo del trueno, hacia la lluvia furiosa, hacia la rama caída y despejarnos.
Me olvido la cámara y el móvil y en el tercer peaje los gritos se almacenan por vacíos y abstractos.
En cualquier surco dormimos, despertamos andando, rodeamos el día. No llueve, poco importa, estamos en un sueño de pinos y encinares. La tierra regresa sigilosa y el cielo es un mar invertido.
Luego de tres noches de luna y de alegria, cruzando rios y barrancos, colmados de recuerdos transparentes, regresamos a casa.
Que interesante la historia acompañada de fotografías. Éxitos en el Concurso 20blogs.
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