Hay en el horizonte un sol que agoniza, gruesos nubarrones le atenazan con la voluntad de apagarlo con firmeza. Allá por donde vamos, solo silencio y el ruido ciego de la hojarasca púrpura. Hay montones de heridas en este monte cansado de caminos.
Nuestra alegría se eleva entre los pastos, abandonados a la voluntad del día negro. Yo estrené chaqueta, ellos ya visten sus mantos espesos y tupidos, abrigados para un invierno que no llega, porque no hay frío.
Los gatos pasean su indulgencia en medio de las sabanas desnudas de mantas y edredones. Duermen ovillados en mis palabras que asoman de noche con inagotables muestras de ternura.
¡Arde otoño, barre lo escondido junto a lo mas recóndito!.
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