lunes, 23 de agosto de 2010

AGOSTO 2010

Hemos pasado las vacaciones juntos, alrededor de los peores días. Enfermaron los perros. Espesos temores. Despiadados diagnósticos...
sus pasos abandonados, las colas en declive. Mi pueblo se hunde, mi colmena se derrumba entre las ruinas de las casas vacías, es triste verlos apagados.
He sentido desventura, dolor oprimido entre los dientes, soledad y miedo brotando de la angustia.

Pero al fin enarbolamos una traca de alegria labrada de maullidos traviesos y carreras por los pasillos.

Ya pasó; Solid curó su patita, un papiloma molesto se pegó en su carne y hubo que extirparlo. Se arrancó los cuatro puntos en una fogosa sentada nocturna, no le gustaban en su manto oscuro.

Xaloc nació de una catástrofe, sus genes enfermos le pasan factura.

Pero aquí estamos, jugando a acecharnos con los gatos, rascando hocicos a pares, recibiendo abundantes muestras de incondicional cariño.

Y esta la vida ofreciendonos sus ubres abundantes, generosa y simple, multiplicada en este nido humilde.

Y esta la vida contagiosa, vestida de jazmines, de pétalos, de diminutas semillas, de frutos deslumbrantes, de instantes dulces y envolventes.

Nacemos, renacemos de esta tempestad furiosa decididos a andar de frente, respiramos luz celeste y agregamos vida a nuestra vida.
Solo quien los ama, quien les comprende, quien convive e interactua con ellos, es capaz de entender como me siento.

Hay un sabor de noche en mi garganta mientras ellos descansan satisfechos, tirados en el suelo fresco.










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