Llega la
primavera con sus senos cargados de lluvia y esperanza. La aridez de la tierra se
transforma en ruidoso traje de todos los colores existentes.
De un golpe de cadera abre las semillas enterradas y despierta las flores del largo letargo, dándoles un cuerpo sinuoso y exultante.
Desembarca con un ejército desordenado y en las grietas de las piedras grises dibuja su rostro delicado. Trae sabor a vida, a dicha, a menta, a hierba luisa, a citronela…
Se extiende perezosa y sigue andando hasta que cruje el maíz maduro y las espigas se nutren de recuerdos.
Hace caer los muros y abre puertas, ventanas y balcones, para que saluden jacintos y lavandas, lirios y azucenas, rosas y tulipanes, petunias, delias, claveles, campanillas y otras tantas flores, grandes o pequeñas cuyos nombres desconozco.
Se levanta abundante llenando de nuevo los caminos salvajes. Y acecha en la frente como un rayo.
En su mirada, enredados en sus manos largas, andamos con nuestras cicatrices bien sujetas. Me estiro boca arriba, cierro los ojos y dejo que mis huesos reposen sobre su largo flequillo verde.
Mientras ella me mece como a un recién nacido, llegan los perros cansados, jadeando, cubiertos de polvo y semillas pegadas a su manto, desgreñados y locos de alegría. Vienen de cazar fragancias, aromas, fuegos y enemigos de arcilla.
Bendita primavera generosa!!!! Bienvenida seas!!!.
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