Converso con nadie y con indulgencia escucho y aprendo esta ausencia que duele, que absorbe lentamente, trueno en la noche oscura en que me encuentro, con los zapatos mojados y el cuerpo al viento. Y en los peores días me divido en pedazos, en tristes caminos de miedo. Y a veces tiemblo sin frío y busco salidas mintiendo al destino de lo que fue y lo que queda.
Palpo las formas de los que se fueron, las repito, las amo, las sacudo, las lleno de tierra, de flores, de aromas azules y verdes, de semillas nuevas. De boca, de labios, pétalos abiertos, de tantos y tantos abrazos y besos que van y que vienen, arriba y abajo sin ninguna coherencia y todo pintado de opaco y misterio, de olvido sombrío, y todo, todo en absoluto sin una respuesta.
Vive en esta casa un mundo de ausencias y para mi suerte, corriendo en mi navío, la sal de la esperanza, la luz de primavera.
Inocentes y fieles, vaya donde vaya, en medio de mi vida, están ellos, mis perros y gatos firmes como piedras, sencillos, desbordados y alegres...
Ellos están siempre.
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