Quema el sol, su luz se esparce como un pétalo azul entre la arena. Las olas errantes visten la playa de música serena y un mundo submarino emerge
Encendida desde lo mas profundo, el agua nos arrastra con visible nostalgia y nos canta su arrebatadora canción de compañía.
Ya no queda nadie. Los veraneantes, turistas, viajeros y gente de todas partes se esconden en los muchos hogares del mundo. Pero nosotros estamos amarrados a este paisaje húmedo, entraña celeste, pícaro infinito, siempre único, siempre distinto y cristalino.
Desde el amanecer del verano que estamos pegados a la sombra y ya es tiempo de nadar, mojarnos el vestido, dejar que la estela salitre anide en nuestro cuerpo y ladrar y gritar como locos al viento y chapotear en desorden y bailar en la orilla, y envolvernos de brazos y cielo y olvidar, olvidar las ausencias transformando nuestras penas en dicha sincera.
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