domingo, 27 de septiembre de 2009

TECLA, DESTROYER DOG



Tomó los juguetes nuevos con verdadero entusiasmo, saboreó su textura, descubrió placeres ocultos, mordiendo hasta el fondo, perforando intranquila el cuero seco de la envoltura. Golpeó las piezas contra el suelo, las arrastró a su garganta y engulló las piezas.
Luego paseó su hocico por la estancia hasta encontrase conmigo. Hundió su lomo en mi rostro. Saltó con un vuelo ligero a mi falda, abrió su cola en molino, y con esa alegría inocente, lamió mis mejillas, feliz, encantada de ser la bandera de nuestra familia canina.


Todo ocurrió sin una palabra, sin un solo gesto. No me dio tiempo. 









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