Tu mirada profunda se tornó en ausencia y una luz de
infinito rodeaba tu cuerpo. Yo estuve a tu lado, rota, sedienta, nocturna, amarrada a tu espacio, trenzada a tu pena, envuelta en desdicha, temblando contigo, triste y taciturna por el
sabor turbio del último abrazo.
Quise gritar tu nombre, pero ya no estabas. Retrocedí unos pasos, anduve hasta la puerta y regresé a besarte mil veces y fueron pocas para tanto duelo.
Te susurré mis lágrimas y había soledad en tu aliento.
Me angustia tu muerte, tu silencio. Me estremece no verte ovillado a los pies de
la cama.
Tu jadeo cansado, tu fatiga de estos últimos días vino a detenernos.
Tu jadeo cansado, tu fatiga de estos últimos días vino a detenernos.
Ante mi impotencia desenredo recuerdos, aprieto caminos de
brisa salvaje y escapo en un remolino obstinado de adioses negros.
Solid ya no está, se ha ido al lugar donde calla el lamento.
Huyó su latido y sin dolor apenas cerró sus ojos y se alejó despacio, sin
detenerse.
SABOREANDO UN HUESO
SABOREANDO UN HUESO
No hay comentarios:
Publicar un comentario