El invierno sacude su melena oscura; empieza agitando las olas marinas, espesa el horizonte, resbala hacia la arena firme, descalza el suelo y sigue peinando niebla y viento. Acumula nieve en las montañas, desnuda los bosques y los prados, para pintar su rostro de ocres fuego.
En el hogar esta la mesa repleta de manjares, esplendida y solemne. A
la pequeña Alba se le caen siempre pedazos de comida, del tenedor al suelo, lo
hace aposta porque quiere camelarse a los perros, y ellos, bribones desde
antiguo, le aplauden el gesto sin dejar apenas que nada ensucie el piso, son un
fenómeno tomando al aire los bocados ricos, los rabos como molinos al viento y
la mirada concentrada en este punto justo por donde esperan que caerá la
golosina.
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Nena, no des nada a los perros
Su rostro expresa sorpresa y dice inocente pero con mirada combativa
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Se me ha
resbalado
En la estufa de casa nos congregamos todos, hijos, nietos, perros y gatos.