Galopando por el otoño espacioso el mar es nuestro, cada ola es noticia, cada viento es un surco de la playa eterna. Batallones de arena acuden a nuestra cita esperanzada. La espuma al filo de las olas es sucesión y juego, es el cielo quebrado, oro crujiente que nace de la arena profunda y se vierte en la desordenada alfombra de nuestros andares contentos.
Apartados de todos los seres, desnudos de miserias y traiciones, envueltos en la pálida luz de un octubre acabado, corremos, nos saciamos, gastamos el día en una llama infatigable.
Invadimos el horizonte, levantamos los astros de la noche y agregamos azul al mar y al cielo.